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Política

Frei Ruiz-Tagle y su apoyo a Kast: la contradicción que reabre heridas históricas

El Partido Radical sufrió una derrota histórica en las últimas elecciones parlamentarias, quedando sin representación en el Congreso por primera vez. El resultado evidencia un declive prolongado marcado por la pérdida de liderazgo, baja presencia territorial, conflictos internos y falta de adaptación al nuevo escenario político. Sin escaños, el PR enfrenta una crisis profunda que pone en duda su continuidad como fuerza relevante y abre un debate interno sobre refundación, alianzas o incluso su posible desaparición del mapa político chileno.

El Partido Radical (PR), una de las colectividades más antiguas y emblemáticas de la política chilena, atraviesa la mayor crisis de su historia luego de los resultados de las recientes elecciones parlamentarias, donde no logró obtener representación en el Congreso. La derrota marca un hito inédito para una colectividad que fue clave en la construcción de la institucionalidad republicana y que llevó a tres presidentes a La Moneda: Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla.

La baja votación obtenida por sus candidatos refleja un declive que se venía gestando hace años, pero que ahora se manifiesta con fuerza: pérdida de presencia territorial, falta de renovación de liderazgos y una desconexión creciente con las demandas sociales. Diversos analistas coinciden en que el partido no supo adaptarse al nuevo ciclo político marcado por movimientos ciudadanos, fuerzas emergentes y la fragmentación del sistema de partidos.

A esto se suma la incapacidad de instalar un relato moderno que diferenciara al PR dentro de un panorama saturado de opciones progresistas y de centroizquierda. Las tensiones internas, acusaciones de falta de conducción nacional y la débil articulación en regiones profundizaron la caída.

El escenario es complejo: sin representación parlamentaria, el Partido Radical pierde visibilidad, financiamiento y capacidad de incidencia. Su continuidad como actor relevante dentro del sistema partidario queda en entredicho, abriendo un debate interno sobre la necesidad de refundación, alianzas estratégicas o incluso la posibilidad de una disolución.

Mientras tanto, la colectividad intenta reorganizarse. Dirigentes regionales y militantes históricos llaman a una autocrítica profunda y a reconstruir el vínculo con las bases que alguna vez hicieron del radicalismo una fuerza determinante en la política chilena.

El radicalismo, que resistió dictadura, transición y múltiples crisis políticas, enfrenta hoy un desafío distinto: definir si este es el final de una era o el primer paso hacia una reinvención.

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